viernes, 10 de octubre de 2008

declaración del principio

No voy a caer en las analogías de la vida y el escenario. No es esa la intención. Simplemente expresar que quiero que mucho de ella pase por el escenario.
Y si me ves actuar, nunca soy tan yo como en ese momento. No desconfíes si trato de escribir el relato de vos y yo o de los demás, sólo practico como ser dramaturgo de acontecimientos reales, hasta intervenirlos, hasta transformarlos, hasta tratar de lograr que Romeo no tome el veneno y Julieta se despierte a tiempo...

2 comentarios:

  1. Bellísimo esto que usted declara en un principio. Bellísimo y tan ... tan... ...(Las palabras que necesito en este momento ya las usó usted: las justas)... (Con expresión de asistente de David Coperfield tras un magnífico truco de ilusión óptica) ¿Có-mo-lo-ha-ce?

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  2. Todos alguna vez en nuestras vidas dijimos o escuchamos que poco sirve que te la cuenten, que te adviertan... Poca autoridad tienen los años de experiencia, la teoría, las piedras una y otra vez tropezadas por nuestros antecesores... Nada nos puede evitar sentir dolor. Después de la primera cachetada, sólo aprendemos la cachetada... nos hicimos más fuertes... tal vez... pero no aprendimos a esquivarla. Nos armamos y seguimos ignorando donde se oculta la siguiente, con la esperanza de (esta vez si) haber burlado al destino...
    ...Festejamos, nos distraemos, vivimos...
    De repente contenemos la respiración unos segundos para escuchar el silvante sonido de la próxima cachetada asediándonos.
    Alerta... Vértigo... Falsa alarma...
    Así en el teatro como en la vida necesitamos esa dosis de adrenalina. Para saber que todavia existimos, para corroborar que estamos vivos, para recordar que es lo que hacíamos acá.
    Por que para mí, un teatro sin vida, que no se sumerja en ella, que no la atraviese, que no la desafie, no es teatro.
    Por que una vida sin vértigo, sin cachetada, sin teatro, no es una vida para mí.
    W-

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