sábado, 18 de junio de 2011

espera

Que maravilloso caos nos domina que en una explosión inicial determinó la sucesión de acontecimientos que vivimos. Si el destino no existe, al menos esa primera explosión demasiado se le parece.
El universo contenido en el espacio equivalente a la punta de un alfiler explota y en la punta de un alfiler esta el dedo de una modista que termina un vestido. Se encamina a entregarlo a su nueva dueña. Llega a la terminal, se toma un taxi, conversa con el taxista, pero el clima no es lo más importante de la conversación. Cuando termina el viaje él le pregunta cuándo vuelve y ella le contesta.
Sin explosiones de por medio ella vuelve a la terminal y él esta esperándola al lado del taxi, va hacia ella y le dice “ninguna mujer me hizo esperar 2 horas”. Se suben y se acompañan en la mañana de trabajo. Celebran, por decir de algún modo, el reencuentro en tiempos sin celular yendo a un café. El café, del cual conozco la exacta ubicación, supongamos que es cualquiera (y creerán estar ustedes en él cuando se sienten en cualquier café). Se conocen mas y desde ese momento él la espera en la terminal y ella lo espera en cada vestido que entrega.
La relación va fluyendo y el tiempo también. Él tiene 20 años más que ella y ella más vestidos desde que quiere verse linda. Invitados a inauguraciones, conciertos y demás eventos, transcurren sus encuentros. Cada fin de semana, en Cosquín, tienen la oportunidad de despertarse al lado del otro. Ella aprende en una noche y un día la canción favorita de él y son felices y se esperan.
Cada año es otro año. La explosión determina que él debe morir cuando ella no está presente, pero al mismo tiempo que ella lo sepa instantáneamente.
Para la modista el funeral y el entierro permaneció inaccesible, la familia del taxista se ocupó de todo y también de su ausencia. Y así cada año fue otro año sin saber de él.
Los lugares mas frescos y tranquilos en la ciudad resultan ser los cementerios, al menos, ella opina eso. Una mañana de mucha caminata y calor, puso en práctica otra vez esa convicción y entró a un cementerio a descansar.
Sentada en unas escaleras comienza a leer lápidas, porque si bien son frescos también son aburridos. Y entre esas, aparece el taxista y su foto también. Y lo encuentra y seguramente llora y seguramente ríe, ningún hombre la hizo esperar tanto para encontrarlo.


Me lo contó una mujer de 83 años, que cuando ve un programa de sexo suspira y en voz baja dice "que nostalgia". Una mujer que me enseño a tomar caña Legui, que me incentivó la lectura con el Dante y Maquiavelo… en fin, mi abuela. Y como siempre, de todas las personas, lo que mejor nos retrata es una historia de amor. Espero sirva de retrato.

2 comentarios:

  1. Me encantran los retratos, en especial este...Quiero leer mas de ellos.
    A lo mejor un dia tengamos el propio...

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  2. Excelente retrato, me conmovió... es de esos que te estremecen, entre tristeza y felicidad... porque sólo los recuerdos tienen esa intensidad, mezcla de nostalgia y alegría.

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